19 de abril de 2012, Comuna de
París. Objeto: Ficción poética II
Détournement anónimo a
partir de "El imperio no morirá"
Carta al Palais
Llamamiento
al rechazo de lo nuclear y su mundo
M : « I can’t stand being possessed »
L : « But we are all possessed »(1)
Uno de los numerosos
proyectores que circundan los espacios artísticos ha sido desviado de su
función: la de proyectar, la de “devolver” al blanco de la pantalla una
película, y de presentarla así, bajo la forma convenida, como de costumbre,
ante un público.
La película, a menudo
considerada una captura de lo real convertida en ficción, será aquí una ficción
vuelta real, desde el momento en que se trata de poder hallarse “concretamente”
en un mundo. Autores de un gesto, decidimos interponernos entre la proyección y
el blanco de la pantalla, colocar nuestros cuerpos delante de una proyección,
para filmarla y revelar un proceso de captura.
Realizada en la periferia
de una gran ciudad, la película que estaba previsto proyectar en el Palais es
de este modo invisible e inaudible en el Muy-Grande-Edificio-Cultural en pie
desde 1937.
La película y la periferia
de la que habla se presentan apenas reconocibles y, contra todo pronóstico, en
el interior del dispositivo de proyección, es decir en el interior del
proyector mismo. “Retenida” así en la lente del proyector, la película sólo
existe en tanto polvo de imágenes. En última instancia, “sin imágenes”. Sus
imágenes fueron consumidas por la experiencia misma del rechazo que las ha
liberado de toda representación. Su escala es la de la atención a prestar a lo
infra-político, frente a la gran escala del vacío que nos ronda.
En el fondo, él/ella, la
“ficción poética” está ahí como interpelación a un afuera todavía posible,
aunque debilitado y siempre errante.
Cuerpos entonces, en lugar
de representantes y sus representaciones, para recordar a muchos otros cuerpos,
habitantes que somos de los bordes, alejados mientras sea posible de una
normalidad inquietante. Cuerpos otra vez, para transformar la luz de la
proyección en sombra. Opacidad de los cuerpos y de los deseos rehuyendo el
imaginario impuesto del espíritu neo-liberal. Oponiéndole consistencias
inasibles, ya que este espíritu existe sólo como dimensión.
El público se encuentra así
ante una técnica malograda y que se muestra “contrariada”. La costumbre es
remitida a sus fracasos. Se despliega un uso inusual: “Volvimos el proyector
hacia el público y desconectamos los micrófonos…” El sonido ha escapado a la
grabación, se ha entregado no se sabe dónde, a la “oralidad” quizás (como
antes…, antes de que empezásemos a anotarlo todo, a archivarlo todo, a echarlo
todo a perder).
""
el gobierno del arte: el
contexto
Este miércoles 11 de abril de 2012 el Presidente de
la República ha inaugurado su gran “obra cultural”
[3]
: la reordenación de los
sótanos
[4]
del Palais de Tokyo. “En
pleno corazón de París, miles de metros cuadrados no servían para nada. Se
había olvidado la magia del lugar”, soltó el jefe del Estado. Una placa en su
honor se encuentra a partir de ahora en el interior del edificio.
Parece que la inauguración política no ha suscitado
reacciones en el medio del arte contemporáneo. Basta con no pensar mucho en
todo esto, con desviarse, continuar su trabajo, y exponer ignorándolo.
Es una posibilidad: atribuir al contenido de las
obras, a su “fuerza” –la Trienal de arte es heredera de la “Fuerza del
Arte” [Force de l’Art], además–
la parte más resistente. De hecho, nosotros no discutimos la calidad de las
contribuciones, ni tampoco la exposición en sí, en cuanto lugar de potencia. No
se trata de criticar a artistas por lo demás raramente “mostrados” en París,
sino de provocar una incomodidad, un malestar, y de hacerlo público en un
momento preciso. De “mostrar” que es posible no desear respaldar el lugar que
“la política” quiere dar a los artistas de su tiempo.
Queremos en cambio plantear, y esto no tiene nada
de nuevo, la cuestión del marco. Y, más allá, la del marco histórico, cuestión
mucho menos legible de lo que parece ahora.
Sencillamente pensamos que, como en los periodos de
guerra, existe también la posibilidad de preguntarse: ¿cómo continuar haciendo
como si no viésemos ni escuchásemos?
Si “no poder exponer es un gran sufrimiento” como ha
dicho el Presidente que ha inaugurado el lugar donde se nos supone “mostrar”,
exponer, deberíamos estar de fiesta, porque nuestro deseo estaría básicamente
satisfecho. Y sin embargo…
Como muchos otros artistas, al principio habíamos
intentado responder a una invitación que nos fue hecha desde el interior, pero
con una forma que podría “mostrar una imposibilidad para proyectarse en el
contexto que nos ha sido propuesto”. Esto más allá de toda la libertad que
creemos poder desplegar en el campo del arte. La elección ha sido entonces no
mostrar –a través de un gesto que manifiesta, mediante el rechazo, una
disidencia que pueda proporcionar a otros un impulso para dar a conocer la
suya.
Las razones de esta carta no están por tanto ligadas a una oposición particular a las obras que serán expuestas, ni a los procesos singulares de los artistas que se presentan, sino a la cuestión en la que nuestra proposición querría hacer hincapié: la de las condiciones de visibilidad y legibilidad de nuestro presente. Condiciones necesarias para que procesos artísticos –pero no sólo– puedan ser comprendidos, leídos y que sea posible hacer uso de ellos. Que lo que es preciso decir, de muchas maneras, no sea aplastado, condenado en el arte contemporáneo a la mera decoración de edificios, fábricas, ferias con un interior de memoria pesada… Que la última palabra no sea la de la firma política que nada ha visto, ni leído, ni producido concretamente.
Sin embargo, el gesto que hemos intentado no basta
para lanzar un llamamiento más amplio, razón por la cual hacemos, por la
presente, pública nuestra incomodidad.
Hablar entonces de lo que nos rodea, que casi
asfixia lo que queremos o podemos hacer todavía.
Cada uno/a en su lugar: a los llamados banlieusards/es [habitantes de los
suburbios] las urbanizaciones de jaulas de techo bajo, materiales innobles,
todos los insultos y el desprecio, a los artistas los grandes palacios que
recuerdan la gloria del Imperio que no quiere morir. Pero cómo continuar
callándose. Continuar entregando su energía.
Las razones para rebelarse ahora son numerosas, desbordan el ámbito del arte contemporáneo, que a menudo no hace otra cosa que acompañar un progreso despiadado que destruye todo aquello que rodea a lo que impone como construcción. Por otra parte, las grandes ciudades no hacen más que ocultar constantemente las diversas capas de destrucciones que llevan consigo y que las constituyen. Es quizá tiempo de involucrarse en lo que es “contemporáneo del arte” y que acompaña entre otras cosas las reestructuraciones urbanas más violentas. Es tiempo de salir de la autocensura y de la aceptación del curso “normal” (normativo) de las cosas.
La historia de este Palais y sus alrededores, que
uno de los Presidentes del Imperio prefiere olvidar, como todos los demás que
nos gobiernan y que se desviven por restaurarlo incansablemente, es por lo
menos curiosa… Al igual que la enorme pretensión de los artistas de poder
siempre desviar cada uno/a separadamente, mediante su política de las
representaciones, un pasado-presente muy pesado. Pero, ¿podemos asegurar que
las exposiciones universales, coloniales, sean una historia del pasado? ¿Que
sólo sus arquitecturas quedan en pie? ¿Que darle un aspecto asilvestrado, y un
aire de obra “permanente” para mostrar una cierta impertinencia hacia esta
arquitectura basta?
Esta inversión colosal [20 millones de euros según el
Senado] en un barrio bastante favorecido ya, esta persistencia en considerar,
en el imaginario neoliberal, este lugar como prestigioso, digno de todos los
delirios, de todos los esfuerzos, de todo el ARTE, continúan siendo
preocupantes, como poco.
¿Un arte sin historia…? Y un Palais tan político y
siempre blanqueado…
Para que pueda ocurrir algo distinto, hay que rechazar ya lo que ha dejado de afectarnos…
En la extrema necesidad, el justo medio acarrea la muerte.
El 19 de abril de 2012, XXe arrondissement,
Alejandra Riera y Andreas M. Fohr
~
En octubre de 2011 (citando además a Alexander
Kluge para hacer comprender que un/a artista, que los artistas pueden imaginar,
pensar, observar su época y acusarla), se nos ocurrió la idea de solicitar “la
posibilidad de asistir en tanto documentalistas (posibilidad de fotografiar y
filmar) a la inauguración por el señor Presidente de Francia de las nuevas
salas del Palais de Tokyo, algunos días antes de la inauguración de la
exposición Intense Proximité [Intensa Proximidad]”, al igual que la
posibilidad, si pareciera pertinente, “de exponer una secuencia muda de
imágenes filmadas de una manera particular en esta ocasión”. Ahora bien, esto
se ha revelado “por razones de seguridad” por una parte, y por incomprensión
por otra, imposible.
Imágenes del Presidente realizadas por la prensa,
durante la inauguración del Palais de Tokyo, lo muestran en el interior,
rodeado de las obras denominadas de arte contemporáneo, de la prensa, de
algunos artistas, y por último de un cortejo de oficiales y de un consejo de
administración
[5]
nombrado para la ocasión.
Pero seguirán faltando imágenes, como hay un pueblo que falta, dirían otros con
razón, lo que no quiere decir hacer populismo.
22.000 m2, 20 millones de euros y cuántas faltas de
atención en otra parte, expulsiones, la represión sufrida por aquellos y
aquellas que se indignan ante el estado de las cosas. Está programado. Algunas
de esas voces estarán en el interior de las obras de los artistas, solamente
queda la pregunta: ¿cómo evitar aceptar que esos contenidos y sus formas que
tanto apreciamos sean desarmadas, destruidas por las firmas finales? Muy a menudo
vamos con retraso respecto del acontecimiento. ¿Cómo crear el acontecimiento en
lugar de padecerlo?
Teniendo en cuenta entonces tanto el contexto como
la obra particular que ponemos en marcha, hemos tomado la decisión, en este
caso concreto, de no firmar el contrato que vendría a asignarnos la suma de
4.420 euros para la producción. Suma que la Trienal había logrado negociar con
la CNAP para algunos artistas cuya obra no habría sido todavía realizada. No se
trata de un gesto heroico, es sencillamente necesario a fin de no borrar
aquellos que nos ha parecido urgente transmitir.
En 1968, Mélanie Klein escribía en El amor y el odio acerca de “la proyección” que: “Sostengo que lo que más tememos son las fuerzas
destructoras que operan en nosotros contra nosotros mismos”. Habla del miedo a
la muerte, activa como proceso de degradación en el interior de nuestros
cuerpos. Y añade que el primer paso para tranquilizarnos frente a los peligros
exteriores que amenazan al “yo” es posible gracias a la proyección. Es tanto
como decir que el gesto a la vez portador de una reivindicación de pausa
–pausa que sólo es posible mediante una cierta automutilación–
muestra bien que el sufrimiento de la época no es tanto el de no poder
exhibirse sino el de no poder expresar su desagrado, su desacuerdo, y su forma
misma si ésta es la de un des-obramiento de la obra.
~
Hay que leer el texto de Kafka, “Informe para una
academia” y mirar en torno a sí. No es difícil darse cuenta de que muchos de
los que vigilan las puertas del Imperio vienen de otro lugar…
Ahogados o asfixiados por la tarea que aceptamos
cumplir, qué es lo que vigilamos tanto, bloqueados como estamos a la entrada de
estas puertas, atentos, no tanto a tocar y a sentirse tocado/a como a evitar
que algo nos desborde.
Es peligroso desconectar.
Espesos silencios se escapan.
~
(1) Diálogo entre Michael Heizer y Lee Lozano, inscrito en la ficha de la pieza: "TAKE POSSESSION PIECE #3", Lee Lozano, 1969, citada en el catálogo: Lee Lozano, win first don't last, win last don't care, Kunsthalle Basel, Van Abbemuseum, 2006, p.155.
(2) “Fiction poétique” carece de una traducción evidente en una lengua otra como el kurdo, ya que no hay una palabra para decir “ficción”. “Heyala helbestane” quiere decir algo como “imaginación poética”.
(3) «Cerrada por obras desde hace casi diez meses, el ala oeste del Palais de Tokyo, construida en 1937 para la Exposición Universal, alojaba desde hace diez años el Site de création contemporaine en 7.000 metros cuadrados, estando el resto en desuso. Renovación de 20 millones de euros. Los arquitectos trabajaron de forma parca y sobria, tirando tabiques, falsos techos, revalorizando las vidrieras ocultas. Un trabajo del cual el jefe del Estado subrayó “la inteligencia” y la “sensibilidad”. A once días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el señor Sarkozy, acompañado del ministro de Cultura Frédéric Mitterrand, visitó durante una hora una de las obras culturales de su mandato, puesta en marcha en mayo de 2009. “En pleno corazón de París, miles de metros cuadrados no servían para nada. Se había olvidado la magia del lugar”, soltó el jefe del Estado. “Este lugar va a ofrecer a los artistas la posibilidad de mostrar su trabajo. Es un gran sufrimiento no poder exponer”, dijo.»
(4) Recordemos que durante la Segunda Guerra Mundial, los sótanos del Palais de Tokyo son utilizados para depositar los bienes judíos secuestrados, entre los cuales, sobre todo, muchos pianos, transportados y bajados a sus sótanos por prisioneros del campo de Drancy, personal de compañías de mudanzas reclutadas y nazis.